martes, 1 de diciembre de 2009

La Maravillosa Teoría de las Manzanas

Es triste ver, como una manzana pudre una caja entera, y como la visión de esa manzana te quita las ganas de volver a tocar a una de sus hermanas, menos aún hincarles el diente. Me atrevo a decir que somos manzanas. Unas mas verdes, símbolo de inexperiencia sea cual sea el ámbito, siempre hay a quien le atraen estas manzanas. Otras son amarillas, pues todos sabemos lo que ocurre con los excesos y aun así no puedes resistirte a tomarlas. Las hay también rojas, digamos que son las que en plenas facultades disfrutan de la vida y quedan lustrosas junto a las demás, invitándote a agarrarlas, sacarles brillo, clavar en ellas tus dientes y dejar que su jugo rebose por tus labios y sentir como crujen a cada mordisco…Nunca te cansarías de esas manzanas. ¿Pero qué ocurre con aquellas que siendo rojas fueron olvidadas? Esas que quedaron en la caja cuando ya nadie quería manzanas, rechazadas, demasiado pequeñas o de un color intermedio y menos apetitoso…en serio, ¿qué es de ellas?

Yo te diré que ocurre. Se pudren. Se arrugan y marchitan cual flor maltratada, envejecen y pasan del brillante rojo al marrón más nauseabundo y nadie las mira, y en consecuencia nadie mira el conjunto de la caja, y es así como la gente reniega y se olvida de las manzanas a favor de otro fruto más apetecible. He de repetir que somos manzanas, manzanas y a la vez consumidores de fruta. Nadie quiere ser una manzana podrida, del mismo modo que nadie es consciente de serlo hasta que ya es demasiado tarde. En muchas ocasiones una manzana que empieza a pudrirse decide que todo está perdido, y creyendo que ya no será elegida nunca quiere vengarse de su destino arrastrando a otras manzanas a su misma suerte. Esta manzana rencorosa esconde, girándose lentamente, la fuente de su podredumbre de modo que la oculta a las demás manzanas y estas no sospechan de ningún modo el peligro al que se enfrentan acercándose a ella hasta que es demasiado tarde y ellas mismas están podridas.

¿Qué hacer entonces? Existen dos opciones claras, pero antes hemos de darnos cuenta de nuestra situación. Ya estamos podridas, es algo que inevitablemente se incrementará. Podemos refugiarnos en el rencor, aliarnos con esa que nos contagio hasta que todas estén podridas y precipitarnos a un mismo destino, no agradable pero si igual para todas las desdichadas manzanas próximas a nosotras. Esta es la opción fácil, apenas requiere esfuerzo y no estamos solos a la hora de llevarla a cabo.

La otra opción es más complicada. Consiste en dejar bien visible la podredumbre que nos daña, y esperar a ese consumidor de fruta que no se fija únicamente en la manzana que más brilla, si no en aquellas que a peligro que acabar completamente podridas, aún pueden recuperarse. Quien se fija en la manzana medio podrida, esa que no se oculta, será incapaz de dejarla en la caja a su suerte y tal vez, esa manzana una vez extraída la parte podrida, resulte ser la más sabrosa de todas, esa que por culpa del rencor y maldad ajenas estuvo a punto de perder la oportunidad de ser salvada.



Tú eres esa maldita manzana podrida que está condenando al resto, pero calma... las sacaré a todas de la caja, una a una y te daré la vuelta para que tu odio quede visible, entonces no tendrás más compañía que tu podredumbre y acabarás en un pestilente cubo de basura.




viernes, 14 de agosto de 2009

Capitulo 2º: Confinación, huida y castigo.

La princesa contemplaba aburrida el vasto reino que se extendía más allá del lúgubre castillo. Día tras día su padre le forzaba a tomar exhaustivas lecciones con la excusa de “instruirla” en el arte de gobernar la que un día sería su herencia. Sin embargo ella conocía la finalidad de tal tarea, sólo querían mantenerla ocupada, confinada entre las mohosas paredes de su cárcel dorada, mientras su piel se marchitaba como las flores ante la falta de luz solar; jornada tras jornada permanecía en el oscuro estudio, almacenando datos inútiles en su memoria, disponiendo apenas de unos minutos al día para sentarse bajo su amado astro rey, antes de que los carceleros corrieran hacia ella blandiendo las cadenas de su castigo no merecido.

De nuevo la princesa había escapado al jardín, de nuevo se encontraba inerte sobre el lustroso césped a medio camino entre la insolación y el desmayo. Por más que las criadas ponían cuidado en que la joven heredera no abusase del sol por el bien de su salud, ella seguía corriendo como alma que lleva el demonio hacia el exterior, hiriendo con uñas y dientes a quienes trataran de impedírselo. No era ni la primera ni sería la última vez que en volandas hubiera de ser llevada a su lecho y tratada con paños fríos para hacerla recuperar el conocimiento.

¡Encima esto! Si no fuese suficiente el confinarla eternamente en tan sombrío lugar, osaban además a erradicar de su cuerpo el poco calor que lograba arrancar del cielo. ¿Cuál era su pecado?, ¿nacer?, tal vez ¿no ser el varón que sus padres deseaban?, ¿a que venían tales torturas?...si tan sólo llegara la muerte, y diese fin a una existencia tan miserable... No importaba la resistencia que intentase oponer, ellas, las carceleras, eran siempre más fuertes y numerosas y no dudaban en golpearla hasta dejarla inerte…

…era imposible contenerla, gritaba hasta desgañitarse, ignoraba la sangre ajena que cubría sus manos tras rasgar el rostro de las criadas con sus afiladas uñas, se convulsionaba peligrosamente entre los brazos de las doncellas que le suplicaban que parase…No había nada que hacer, ella siempre acababa histérica, apretando con fuerza su garganta por el dolor que le provocaban sus propios gritos. Aterradas, las sirvientas terminaban por soltarla con expresiones de sufrimiento en el rostro, viendo como ella misma se provocaba desmayos al no controlar su fuerza.

De nuevo caía…ojalá esta vez nada la sujetase, ojalá este fuera el final. No lo sería, pues ya oía de nuevo esas maliciosas risas.

Llantos, no importa cuantas veces fueran testigos de tal desgracia. Ellas sufrían más que su princesa las heridas cuando se autolesionaba tan cruelmente.




domingo, 21 de junio de 2009

Sentidos

Da igual a donde mire…ya no veo nada. Todo es oscuro y lo único bueno es que ya no hay sombras, ni de lo que fue ni de lo que pudo ser, simplemente han desaparecido, no están. He caído de cabeza en el universo de los sonidos y los olores, he creado mi propio reino basado en tu imagen. Es todo lo que necesito, otros vivirán por mí, yo viviré para ti. Aquí ya no puedes rechazarme, porque yo te he creado y soy tu pueblo, aquí existimos el uno para el otro, no tienes alternativa, yo no la necesito. No quiero salir de este lugar, hacía tantísimo tiempo que no me sentía así… útil, feliz.

No lamento la ceguera, porque ahora veo todo lo que siempre he deseado.


Da igual donde este… ya no oigo nada. Todo es silencioso y lo mejor es que ya no hay voces que quieran alejarme de ti, no hay mentiras, no hay trampas. Mi reino ha crecido y el sonido de tu voz lo inunda todo y no importa lo fuerte que sean los ruidos que lleguen a mis oídos, no importa si sangro, o caigo, no siento nada, porque tu voz es la panacea a todos mis males. Eres mi religión y yo soy único creyente, no eres nada sin mí, no puedes abandonarme soy… imprescindible.

No lamento la sordera, porque ahora oigo todo lo que necesito.


Da igual que me rodee… ya no huelo nada. Tu perfume es lo único que puede alcanzarme y nada puede alterarlo, no hay impurezas, no hay errores. Mi riqueza y felicidad se alzan sobre las nubes y nada puede alcanzarlas. Y da igual cuantos otros vengan porque sólo tú tienes cabida en mi mundo, y jamás podrás irte porque sólo yo te percibo, sólo yo soy capaz de admirarte, soy tu razón de ser.

No extraño mi olfato, porque ahora me embriaga tu perfecto perfume.




Y realmente da igual lo que tú pienses, porque en este juego yo siempre voy a ganar, porque yo lo he creado, porque yo te he creado y me debes lealtad aunque yo sea quien te idolatre, porque cuando yo me haya ido volverás a ser tú, tan mortal y simple como siempre, y dará igual lo que hagas, porque otros no te venerarán como yo, tú sólo eres deidad en mi religión, y yo no necesito creer en ti, pero tú sí en mí, necesitas confiar en mí… y en que no te olvide, porque aquí el olvido nos sitúa en el fin de la partida.



Me he cansado de jugar… y me llevo mi reino conmigo.




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