Da igual a donde mire…ya no veo nada. Todo es oscuro y lo único bueno es que ya no hay sombras, ni de lo que fue ni de lo que pudo ser, simplemente han desaparecido, no están. He caído de cabeza en el universo de los sonidos y los olores, he creado mi propio reino basado en tu imagen. Es todo lo que necesito, otros vivirán por mí, yo viviré para ti. Aquí ya no puedes rechazarme, porque yo te he creado y soy tu pueblo, aquí existimos el uno para el otro, no tienes alternativa, yo no la necesito. No quiero salir de este lugar, hacía tantísimo tiempo que no me sentía así… útil, feliz.
No lamento la ceguera, porque ahora veo todo lo que siempre he deseado.
Da igual donde este… ya no oigo nada. Todo es silencioso y lo mejor es que ya no hay voces que quieran alejarme de ti, no hay mentiras, no hay trampas. Mi reino ha crecido y el sonido de tu voz lo inunda todo y no importa lo fuerte que sean los ruidos que lleguen a mis oídos, no importa si sangro, o caigo, no siento nada, porque tu voz es la panacea a todos mis males. Eres mi religión y yo soy único creyente, no eres nada sin mí, no puedes abandonarme soy… imprescindible.
No lamento la sordera, porque ahora oigo todo lo que necesito.
Da igual que me rodee… ya no huelo nada. Tu perfume es lo único que puede alcanzarme y nada puede alterarlo, no hay impurezas, no hay errores. Mi riqueza y felicidad se alzan sobre las nubes y nada puede alcanzarlas. Y da igual cuantos otros vengan porque sólo tú tienes cabida en mi mundo, y jamás podrás irte porque sólo yo te percibo, sólo yo soy capaz de admirarte, soy tu razón de ser.
No extraño mi olfato, porque ahora me embriaga tu perfecto perfume.
Y realmente da igual lo que tú pienses, porque en este juego yo siempre voy a ganar, porque yo lo he creado, porque yo te he creado y me debes lealtad aunque yo sea quien te idolatre, porque cuando yo me haya ido volverás a ser tú, tan mortal y simple como siempre, y dará igual lo que hagas, porque otros no te venerarán como yo, tú sólo eres deidad en mi religión, y yo no necesito creer en ti, pero tú sí en mí, necesitas confiar en mí… y en que no te olvide, porque aquí el olvido nos sitúa en el fin de la partida.
Me he cansado de jugar… y me llevo mi reino conmigo.