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lunes, 15 de marzo de 2010

Masturbación mental


Tú eres tu peor enemigo.


Nadie te va a contar más verdades que tú mismo. Sabes todos tus defectos y desmereces todas tus virtudes. Nadie puede hundirte en la más sucia miseria, como sólo tú lo sabes hacer, porque no sabes nada realmente, porque no sabes apreciar nada, porque eres tan egoísta que nadie descubre tus defectos hasta que tú mismo te los dices. Y entonces flotan como colillas en el agua, con su mismo efecto venenoso. Aún así te lo bebes, porque si hay algo que te humille más que reconocer tus propios defectos, es que otro los descubra.

Nadie te ama como tú lo haces.



Porque tú eres perfecto, porque tienes ego de sobra para mirarte al espejo, para enamorarte de tu reflejo una y otra vez cada mañana. Y tienes el amor propio necesario para creerte el “más” de cada aspecto y cuando te hacen cumplidos estallas en tu propio orgullo hinchado con más levadura de la indicada. No necesitas abuela, no necesitas a nadie porque eres un egoísta hedonista, que es capaz de llegar al punto de intentar convencer a los demás con verdades falsas sobre tu persona. Pero te mienten, todo el mundo te miente, sabes que todo el mundo te miente, pero no lo aceptas porque eso atentaría contra tu ego.

¿Eres feliz así?



No, no lo eres pero te encanta creer que sí, te encanta creer que todo te va tan bien que incluso te permites el lujo de intentar arreglar las miserables vidas de los desgraciados que ves a tu alrededor y no eres consciente, ni por un instante de que no quieren ni verte, porque eres un puto ser repelente y prepotente. Porque te amas tanto a tí mismo que rezumas esa pegajosa y maloliente autosuficiencia irreal, solo quieres ayudarles para alimentar a tu ego “solidario” y sentirte bien, para ser a quien todos acuden con problemas, para creerte imprescindible. Nadie te necesita, las personas deben arreglar sus problemas por sí mismas. Y tú deberías echar un ojo a tu vida antes de ir a decirle a nadie lo que debe hacer.

Algo maligno crece en tu interior.



Te levantas feliz de la cama, realizado contigo mismo, porque tu mierda de vida se cae a pedazos, pero has sido lo suficientemente hábil para encubrirlo todo con una bonita tela. Y vas acumulando mierda ahí debajo, hasta que ya no puedes aguantar más y buscas ayuda para sacar la basura, pero nadie te va a dar soluciones, porque son listos y saben que con ocuparse de sí mismos tienen trabajo de sobra. Así que simplemente ignoras todos tus problemas, alimenta tu ego y sigues intentando escalar una montaña resbaladiza de mentiras autoconvincentes. Y sigues viniendo a intentar convencerme de que tienes el remedio a una enfermedad inexistente.




martes, 2 de marzo de 2010

PSICOPÁTA DE LAS PALABRAS







Vivo controlando esos sentimientos aterradores, aparentando frente al mundo, cada día, cada instante… Pero no hay manera de prever en qué momento saltarán a la superficie, arrebatadores e impetuosos como siempre, dispuestos a devorar cada centímetro de mi cordura. Avanzan, lentos al principio para luego cabalgar velozmente hacia una desembocadura en el Abismo.


Caminan a sus anchas por los márgenes de la realidad, mientras mis sentidos se fusionan con los gritos de la soledad las palabras escapan de mi cerebro fluyendo hacia la tórrida punta de mi músculo principal, el miembro indispensable, poseedor del gusto y la avidez; mi afilada lengua recibe con placer el sabor de unas palabras que luchan pese a todo, contra todo, por salir y escapar, por volar libres e ilícitas. En el último segundo una fuerza desconocida las apresa evitando que tan puros sentimientos se materialicen en el sonido impúdico de una voz que nunca los ha merecido, pues no están concebidos para perderse en la efímera sonora de la palabras dichas, ni en este tiempo ni en los venideros.
Como flemas vomitadas vuelven cargadas de hiel a mi cerebro, contaminando todo lo que tocan, cada pensamiento con el que se cruzan, idea atormentada se vuelve ponzoña. Y saben amargas, acidas… Tan acidas que no pueden sino provocar arcadas, de modo que un nuevo torrente comienza a deslizarse, pero redirigido en este caso hacia una la verdadera vía de escape. Se encaminan los conceptos y revelaciones malignas hacia las ardientes bifurcaciones de mis manos, siento como me queman las yemas de los dedos y busco a tientas el medio de liberarlas, ya no importa si es papel o teclas, sólo claman por salir.



Sí, me satisface. Me satisface de un modo casi obsceno la denuncia por mis pensamientos concebida y por mis manos dada forma, me emociona sobremanera el modo en el que las palabras resuenan acusadoras en las mentes ajenas, porque no hay nada más hiriente y estimulante que oír todo aquello que te niegas a admitir siendo recitado por la voz de un subconsciente malhumorado y recluido, eludido y abandonado. Es algo jodidamente atrayente, he soñado una y mil veces con observar a las víctimas de mis creencias, casi como un Dios omnipotente frente a ellos, invisible e inalcanzable para tan inmundos seres. Me apasiona abrir heridas mentales, porque no hay manera de aliviarlas, porque no pueden sangrar y el dolor se acumula, y de vez en cuando hace estallar alguna que otra insignificante cabecita…
El clímax de mi afición: unas palabras inmortales, universales, una voz acusadora cargada de terror y de medias verdades. Sólo deseo inundar a la humanidad con mi veneno, quiero que todo el mundo sienta el dolor supurante de mis pensamientos, quiero que mis impresiones ofendan si han de hacerlo, quiero escupir a la cara de quienes me desprecian las certezas que se niegan a reconocer y que mi cerebro se corra sobre cada uno de vosotros, ensuciando las mentes con la pegajosa esencia de mi sabiduría inventada, de mi locura desatada.





Quiero infectaros con mis teorías, soy un psicópata de las palabras. Un psicópata con complejo de mesías.



martes, 1 de diciembre de 2009

La Maravillosa Teoría de las Manzanas

Es triste ver, como una manzana pudre una caja entera, y como la visión de esa manzana te quita las ganas de volver a tocar a una de sus hermanas, menos aún hincarles el diente. Me atrevo a decir que somos manzanas. Unas mas verdes, símbolo de inexperiencia sea cual sea el ámbito, siempre hay a quien le atraen estas manzanas. Otras son amarillas, pues todos sabemos lo que ocurre con los excesos y aun así no puedes resistirte a tomarlas. Las hay también rojas, digamos que son las que en plenas facultades disfrutan de la vida y quedan lustrosas junto a las demás, invitándote a agarrarlas, sacarles brillo, clavar en ellas tus dientes y dejar que su jugo rebose por tus labios y sentir como crujen a cada mordisco…Nunca te cansarías de esas manzanas. ¿Pero qué ocurre con aquellas que siendo rojas fueron olvidadas? Esas que quedaron en la caja cuando ya nadie quería manzanas, rechazadas, demasiado pequeñas o de un color intermedio y menos apetitoso…en serio, ¿qué es de ellas?

Yo te diré que ocurre. Se pudren. Se arrugan y marchitan cual flor maltratada, envejecen y pasan del brillante rojo al marrón más nauseabundo y nadie las mira, y en consecuencia nadie mira el conjunto de la caja, y es así como la gente reniega y se olvida de las manzanas a favor de otro fruto más apetecible. He de repetir que somos manzanas, manzanas y a la vez consumidores de fruta. Nadie quiere ser una manzana podrida, del mismo modo que nadie es consciente de serlo hasta que ya es demasiado tarde. En muchas ocasiones una manzana que empieza a pudrirse decide que todo está perdido, y creyendo que ya no será elegida nunca quiere vengarse de su destino arrastrando a otras manzanas a su misma suerte. Esta manzana rencorosa esconde, girándose lentamente, la fuente de su podredumbre de modo que la oculta a las demás manzanas y estas no sospechan de ningún modo el peligro al que se enfrentan acercándose a ella hasta que es demasiado tarde y ellas mismas están podridas.

¿Qué hacer entonces? Existen dos opciones claras, pero antes hemos de darnos cuenta de nuestra situación. Ya estamos podridas, es algo que inevitablemente se incrementará. Podemos refugiarnos en el rencor, aliarnos con esa que nos contagio hasta que todas estén podridas y precipitarnos a un mismo destino, no agradable pero si igual para todas las desdichadas manzanas próximas a nosotras. Esta es la opción fácil, apenas requiere esfuerzo y no estamos solos a la hora de llevarla a cabo.

La otra opción es más complicada. Consiste en dejar bien visible la podredumbre que nos daña, y esperar a ese consumidor de fruta que no se fija únicamente en la manzana que más brilla, si no en aquellas que a peligro que acabar completamente podridas, aún pueden recuperarse. Quien se fija en la manzana medio podrida, esa que no se oculta, será incapaz de dejarla en la caja a su suerte y tal vez, esa manzana una vez extraída la parte podrida, resulte ser la más sabrosa de todas, esa que por culpa del rencor y maldad ajenas estuvo a punto de perder la oportunidad de ser salvada.



Tú eres esa maldita manzana podrida que está condenando al resto, pero calma... las sacaré a todas de la caja, una a una y te daré la vuelta para que tu odio quede visible, entonces no tendrás más compañía que tu podredumbre y acabarás en un pestilente cubo de basura.




domingo, 21 de junio de 2009

Sentidos

Da igual a donde mire…ya no veo nada. Todo es oscuro y lo único bueno es que ya no hay sombras, ni de lo que fue ni de lo que pudo ser, simplemente han desaparecido, no están. He caído de cabeza en el universo de los sonidos y los olores, he creado mi propio reino basado en tu imagen. Es todo lo que necesito, otros vivirán por mí, yo viviré para ti. Aquí ya no puedes rechazarme, porque yo te he creado y soy tu pueblo, aquí existimos el uno para el otro, no tienes alternativa, yo no la necesito. No quiero salir de este lugar, hacía tantísimo tiempo que no me sentía así… útil, feliz.

No lamento la ceguera, porque ahora veo todo lo que siempre he deseado.


Da igual donde este… ya no oigo nada. Todo es silencioso y lo mejor es que ya no hay voces que quieran alejarme de ti, no hay mentiras, no hay trampas. Mi reino ha crecido y el sonido de tu voz lo inunda todo y no importa lo fuerte que sean los ruidos que lleguen a mis oídos, no importa si sangro, o caigo, no siento nada, porque tu voz es la panacea a todos mis males. Eres mi religión y yo soy único creyente, no eres nada sin mí, no puedes abandonarme soy… imprescindible.

No lamento la sordera, porque ahora oigo todo lo que necesito.


Da igual que me rodee… ya no huelo nada. Tu perfume es lo único que puede alcanzarme y nada puede alterarlo, no hay impurezas, no hay errores. Mi riqueza y felicidad se alzan sobre las nubes y nada puede alcanzarlas. Y da igual cuantos otros vengan porque sólo tú tienes cabida en mi mundo, y jamás podrás irte porque sólo yo te percibo, sólo yo soy capaz de admirarte, soy tu razón de ser.

No extraño mi olfato, porque ahora me embriaga tu perfecto perfume.




Y realmente da igual lo que tú pienses, porque en este juego yo siempre voy a ganar, porque yo lo he creado, porque yo te he creado y me debes lealtad aunque yo sea quien te idolatre, porque cuando yo me haya ido volverás a ser tú, tan mortal y simple como siempre, y dará igual lo que hagas, porque otros no te venerarán como yo, tú sólo eres deidad en mi religión, y yo no necesito creer en ti, pero tú sí en mí, necesitas confiar en mí… y en que no te olvide, porque aquí el olvido nos sitúa en el fin de la partida.



Me he cansado de jugar… y me llevo mi reino conmigo.




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