Abre los ojos de golpe y la luz blanca le quema los ojos, pega un grito y salta del asiento. Todos se giran hacia él. ¿Qué demonios les pasa? Se vuelve a sentar, y sonríe a su audiencia. El Hombre Topo continua con su discurso acerca de la capacidad persuasiva de la corriente filosófica centrada en la autocomplacencia y la pasividad frente al dialogo interior, mientras él se apoya en la palma de la mano mirando al frente pero sin ver absolutamente nada. ¿A quién demonios le importa esa mierda de clase? Cierra los ojos e imagina una naranja pelada que le sonríe con una anchísima boca desdentada. Las palabras de sus canciones favoritas flotan en un universo mohoso y se enredan salpicándose unas a otras, para que él y sólo él pueda escogerlas y reordenarlas formando las frases más importantes de su vida. ¿Qué vida se resume en unas pocas frases? Al abrir de nuevo los ojos ve demasiado cerca de su cara un rostro sonriente que le repugna hasta límites inconfesables, ni le gusta ni le interesa lo más mínimo esa persona que por todos los medios trata de convencer de su simpatía a los demás.
-¿Qué te pasa?-pregunta con importancia fingida.
Apenas la mira, alzando las cejas en toda respuesta y pregunta. Vuelve a cerrar los ojos y desea que dicho ser desaparezca en los próximos cinco segundos... ¡Sí!, deseo concedido Míster Detestable.
Súbito ruido de movimiento y voces que comentan sin ceñirse a los susurros. Bien parece que se ha acabado. Se levanta y recoge con la misma mano hojas, chaqueta y móvil. Y sin mirar atrás se larga del recinto tan rápido como le permiten las desgastadas suelas de sus zapatillas.
Qué le jodan a todo, sólo quiero llegar a casa y “magrearme” a gusto con la almohada.